Etiquetado: Pesca a mosca
Cuaderno de Pesca: La última del 2015 (Río Tajuña)
Fecha: 26 de Septiembre de 2015
Lugar: Guadalajara (España)
Objetivo: Salmo trutta
Equipo: Flyfishing
Crónica
Las vacaciones de verano, disfrutando en familia de la playa, y el comienzo de curso me habían apartado de los ríos durante algo más de un mes. Por fortuna para mí, el calendario de vedas – y la ausencia de desembalses – todavía iba a permitirme una última escapada a tierras alcarreñas, para cerrar así la temporada 2015 en un río, el Tajuña, que ha sido con diferencia el escenario donde mayor fortuna he encontrado este año.
Ciertamente, las buenas experiencias de cada jornada en este escenario son las culpables de haber decidido sacrificar el explorar o investigar nuevos tramos durante el 2015 en Castilla La Mancha, para volver una y otra vez. Comprenderéis mi decisión si os digo que, en mi primera aproximación, conseguía una doble victoria moral: remontar un mal comienzo de temporada, y conseguir la que sería hasta esa fecha mi trucha autóctona récord capturada.
El plan para cerrar la temporada en este escenario era claro: ir directo a aquellas zonas que habían resultado ser más productivas en el pasado, y ganar así tiempo para remontar el río por encima de lo habitual, intentando darme un pequeño margen explorador.
Las secuencia del plan: 1-poza, 2-chorreras, 3-poza, 4-corrientes, 5-tabla, 6-explorar…
Y el resultado del mismo:
1) La primera poza es una de las zonas más bellas de el tramo, pero de lance muy complicado por los troncos caídos que la atraviesan y por la cobertura de ramas. Sin actividad aparente, no puedo localizar a ninguna pintona. Pesca al agua con resultado evidente de pérdida de moscas.
2) Dejando atrás la poza se sube por un pequeño conjunto de chorreras que en apenas 40 metros proporcionan buenas posturas para buscar a esas pequeñas agazapadas junto a las corrientes. Cuatro de ellas no pueden resistirse a un magnífico perdigón de Pablo Robles.
3) En la segunda poza albergo esperanzas, como mínimo, de poder ver algún que otro ejemplar de mayor porte. Actividad nula. Decepción total, pues sentía que justo allí tendría que ocurrir un buen cierre de temporada.
4) Remonto río arriba hacia un tramo de corrientes que conducen a una larga tabla, todavía extrañado por la ausencia de truchas en la poza anterior. Pronto olvido el episodio, entretenido como estoy llevando a la sacadera cuatro capturas más. Todas a ninfa. ¡Un buen empuje para la moral! (y una sonrisa en la cara). Me tomo mi tiempo, disfruto de cada rincón del río.
5) Llego al comienzo de una larga tabla. Se que solo puedo vadear el comienzo de la misma, pues es profunda para mi estatura. Tener el agua a la altura del pecho mientras las piernas se hunden en lodo hasta casi las rodillas no es una sensación que me guste, ni mucho menos que relaje. Me detengo al principio de la tabla. Ninguna cebada hasta ahora en el río. Me siento y observo durante más de cinco minutos esos 25 metros de río. Hasta que la calma se rompe bruscamente. Una trucha se ceba violentamente algo por encima de la mitad del tramo, justo a un par de metros por delante de un árbol caído que cruza el río de orilla a orilla. Diez segundos más tarde otra lo hace por detrás del tronco. Por fin. Ahora o nunca.
Quito la ninfa y ato una preciosa efémera del 14, cuerpo amarillo, alas en V de CdC. Situado a unos diez metros, y tras tres lances a la zona caliente, nada. No se vuelve a cebar; ni ésta ni la que estaba cinco metros más arriba. Cuarto lance, algo más largo que los anteriores. El viento, los árboles, los pájaros, yo… todos contenemos la respiración. La superficie se rompe engullendo totalmente a la imitación. El pulso a se dispara mientras la cabeza no deja de templar las maneras con ordenes racionales; posición de la caña, uso del carrete, prepara la sacadera… Esta no va a superar ningún récord personal, lo se mientras mantengo la pelea, pero tengo que llevarla a la red, y conocer de cerca a la que será la última del 2015, a la que decide regalarme ese momento que solo «la seca» puede ofrecer.
La trucha, de unos treinta centímetros, es hermosa como todas las anteriores. Pero ésta, sin duda, ocupa ya un lugar especial en el rincón de la memoria de ésta temporada, y de las pasadas, y de las futuras.
6) Explorar. Lo dejo para el 2016. Decido dedicar los últimos minutos a recoger pausadamente, caminando por el río, despidiéndome del Tajuña con la grata sensación de estar rematando una temporada llena de buenos momentos.
Resultado
De nuestro lado: 9 truchas alcarreñas. A ninfa y a seca.
De lado del Tajuña: Una abundante y merecida ofrenda de moscas a los espíritus del río, como tributo por el buen año concedido.
Conclusiones
Lo bueno: Una inmejorable forma de acabar la temporada, tanto por la captura final – broche de oro de jornada y año – como por las ganas y la ilusión de continuar investigando los ríos de Guadalajara y Cuenca.
Lo malo: Eché de menos ver más ejemplares en algunos de los lugares que tenía marcados como «calientes». No puedo evitar cierta preocupación, aunque imposible de juzgar si justificable o no con la observación de una jornada puntual.
Cuaderno de Pesca: «Ceñajos» (Río Cabriel)
Cuaderno de Pesca: Los Ceñajos del Cabriel – Cuenca
Fecha: Junio de 2015
Lugar: Cuenca (España)
Objetivo: Salmo trutta
Equipo: Flyfishing
Crónica
Y aquí estamos, Antonio, su hermano Miguel Ángel y yo, camino del Cabriel. Después de todo este tiempo, y tras poner en común el calendario de la temporada 2015, por fin pude compartir jornada con PescataMinuta. Dos horas largas de viaje en coche por delante, poca cosa teniendo en cuenta todas las conversaciones pendientes. La parada técnica nos depara un señor desayuno; poderosa tostada con tomate.
Llegamos, preparamos equipo y nos dirigimos al límite inferior del tramo, con idea de arrancar desde el puente, para alcanzar el coche a la hora de comer, y continuar por la tarde río arriba. El «kick-off» oficial lo gestiona Antonio orquestando la foto de grupo. Me hace especial ilusión – cuando es compartida, esta afición suma muchos puntos.
Nos organizamos: Antonio y Miguel Angel me cuentan un poco su «modus operandi» habitual, y me dan libertad de movimiento. Como «cascarón de huevo» prefiero ceder a los veteranos el paso, me quedo atrás, y comienzo a pescar la zona desde el puente hasta los primeros saltos de agua. Ante mí un tramo de gran belleza, y tengo firme intención de disfrutarlo centímetro a centímetro.
En la primera poza de esta zona localizo una trucha. No se está cebando, así que pruebo con ninfa (varias), sin suerte alguna… ni se inmuta. Me ha visto, seguro, aunque no huya. El agua es tremendamente cristalina, y está claro que voy a tener que mejorar mucho mi escasa destreza a la hora de poner en practica el sigilo.
Miguel Ángel y Antonio se adelantan, y comienzan a seca desde el principio. Veo a Antonio hacer sus lances justo por encima de los saltos, mientras voy avanzando poco a poco, teniendo que salir del río para poder librar la primera «pequeña» poza (esta vez prefería resistirme a hacerme unos largos desde ya tan temprana ocasión). Insisto a ninfa, y sería justo en las corrientes bajo los saltos de agua donde saco la primera trucha de la mañana.
Animado, peino todos los rincones de la zona de corrientes primero, y de las pocillas superiores después, pero sin ser capaz de repetir hazaña. Un enganche de mi ninfa en una rama traerá como sorpresa descubrir que otros tres perdigones también adornaban la misma (punto caliente sin duda de ofrendas a los árboles). Convencido de haber exprimido al máximo estas posturas decido avanzar, pensando que Antonio y Miguel Ángel estarían ya bien lejos. Por suerte nuestros metabolismos de pescador son similares, y sincronizamos bien las distancias y tiempos.
Llegado a una tabla no muy profunda comienzo a ver las primeras cebadas. Truchas de porte pequeño-mediano, pero abundantes, que me motivan a cambiar a seca. Me sorprendo espantándolas con unos lances muy torpes, poco delicados. Me obligo a «respirar»… no solo voy a tener que hacer sobre-esfuerzo con respecto al sigilo, sino también prestar más atención al lance, memorizando los movimientos de brazo y muñeca que ofrecen las mejores posadas. Aun así, todas las moscas rechazadas.
Miguel Ángel viene hasta mi altura para avisarme de que podría ser buena hora para comer. El sol empieza a apretar bien, y la idea de descansar un poco a la sombra y retomar fuerzas es inmejorable. Aprovechamos, obviamente, para intercambiar opiniones. El resultado es similar para los tres, y la presencia abrumadora del «chochín» es tema de conversación. Parece que las truchas no están predispuestas a comer otra cosa. Acostumbrado a mis jornadas en solitario, la tertulia del bocata se disfruta especialmente; gran momento en buena compañía.
Las temperaturas son ya elevadas, toca protegerse del sol, y los tres volvemos al río en el mismo orden, pero esta vez todos a seca. Decido peinar más rápido el río. Veo pocas cebadas, y algunas pozas me obligan a salir del río justo cuando empiezo a aproximarme a algunas zonas interesantes (el vadeo de este tramo a veces es complicado para los que escasamente superamos el 1,70). Localizo bastantes truchas desde la orilla, pero todas fuera del alcance. Imposible lanzar desde el río, menos aún desde la enmarañada orilla (¡no eligen esas posturas por casualidad!). Decido adelantar a Miguel Ángel y Antonio, para explorar el tramo (ellos lo conocen, pero para mí es todo un mundo nuevo).
Encuentro un buen acceso a una tabla de profundidad media, y localizo una trucha cebándose a unos 14 metros río arriba. Se ceba muy despacio, mostrando aleta dorsal y gran parte del lomo cada vez. Carece del nervio y de la electricidad de las pequeñas… todo indica que tiene un tamaño «interesante». Monto una efémera en tono amarillo, muy «veraniega» como la calificaría Miguel Ángel más tarde. Me lo tomo con calma, y voy haciendo suaves lances calculando la distancia sin prisa. No quiero posar la línea sobre el pez. Cuando por fin coloco la mosca donde esperaba, nada. Un par de intentos más, posando a izquierda y derecha, por si la trucha ha cambiado a otra vena de corriente. No la veo, ya no se ceba.
Pensando que la he podido asustar, dejo de lanzar, y me quedo observando. ¡Vuelve a cebarse! Sigue ahí, y yo vuelvo a la carga. Antonio llega hasta donde estoy, mientras continúo en la brecha. El reflejo del sol en el agua hace difícil seguir la mosca a esa distancia. Logro localizarla, veo que deriva perfectamente, a la misma velocidad que esa otra ¿»mosca»? ¿Cuál es la mía? No consigo saber cual de los dos objetos flotantes es mi efémera, lo cual indica que al menos no está dragando. Una de las dos moscas desaparece súbitamente. ¿Dónde está? Clavo. Clavo porque es lo que hay que hacer ante la duda, no muy convencido hasta que compruebo que la caña se carga, y mucho. Llamo a gritos de emoción a Antonio, que había salido por mi izquierda apenas unos segundos atrás. No parece muy grande, pero tira con fuerza para esconderse bajo la orilla. Antonio llega, me anima, se pone a grabar. Consigo finalmente llevarla a la sacadera. Ronda los 40 centímetros, pero lo que más llama la atención es su prominente barriga… Está bien alimentada. Pesa. Una joya. Un par de fotos y vuelta al río. Y a mi no se me quita la sonrisa de la cara. Difícilmente olvidaré la captura de esta hermosa trucha.
Terminaríamos la jornada en la parte superior del tramo, los tres juntos, Miguel Ángel y yo a un lado, viendo como Antonio intentaba colocar la mosca a una trucha «king size» localizada aguas arriba, pero demasiado lejos, imposible vadear para una mejor aproximación… ¡siempre saben donde ponerse!
Resultado
De nuestro lado: 2 truchas por barba + 3 perdigones (Gracias, compañero pescador anónimo. Espero que los dioses de los árboles no me castiguen por robarles tu ofrenda)
De lado del Cabriel: Un nuevo admirador con muchas ganas de volver.
Conclusiones
Lo bueno: Una jornada de pesca en magnífica compañía. Se hizo esperar la ocasión; ¡por mi parte se repetirá en cuanto se presente una nueva oportunidad! Y como gran valor añadido, que uno de los compañeros esté detrás de un gran blog, donde poder ver otro punto de vista de esta misma experiencia.
Lo malo: Una vez reposada la jornada, y desde la distancia que otorga el tiempo, el total de capturas fue algo bajo para las expectativas, aunque precisamente por la dureza del «terreno» bien supieron a gloria.
Cuaderno de Pesca: «Breaking Good»
Cuaderno de Pesca: Río Tera (EDS) – Zamora
Fecha: Mayo de 2015
Lugar: Camarzana de Tera, Zamora (España)
Objetivo: Salmo trutta
Equipo: Flyfishing
Crónica
En el EDS del Tera capturé mi primera trucha, gracias a una cucharilla Mepps dorada. No, no era un chaval imberbe con camiseta de Naranjito. Esto fue hace no mucho, peinando ya canas, apenas estrenando mi equipo de spinning (hace dos telediarios). Confieso sentir especial predilección por este maravilloso río, pero no por esa nostalgia o romanticismo de la primera vez. Ni tampoco por su – a mi parecer – gran belleza, aunque sin duda alguna ayuda, y mucho. Sino por como me ha castigado durante mucho tiempo, o tal vez sea más cierto decir, por todo lo que me ha exigido y yo no he sido capaz de dar.
Después de esa primera trucha vino otra, el mismo día, al anochecer. La recuerdo perfectamente; muy luchadora. Consiguió soltarse antes de llegar a la orilla. Y esa fue mi última captura en el EDS durante estos años. Desde entonces, este tramo localizado junto a Camarzana de Tera ha sido mi reino particular de los grandes bolos. Tanto todas las veces que volví a spinning, como todas aquellas otras, más recientes, en las que regresé a mosca. Llegaba a tener peces a mis pies, pero no al otro lado de la línea.
La desesperación crecía, aliviada solo al pensar que tal vez el problema era ajeno – conocido autoengaño, pero efectivo -. Hay pocas truchas, demasiada presión… Aún así, lejos de rendirme, insistía una y otra vez. Apenas unos días antes de esta última jornada en el Tera, un buen artículo – como es habitual – de Cul de Canard sobre el futuro de este tramo, junto con su sabio consejo de apostar por ninfas, me obliga a la reflexión. Aquella que te sugiere definir una estrategia, abordar el río de forma distinta, a no cometer los mismos errores, a no dar nada por sentado y huir de vicios. A no seguir la linde habitual.
Olvidar todo para aprender de nuevo. Tomar conciencia de que elegir entre ninfa o seca es en realidad una decisión independiente de nuestro antojo egoísta, que está por encima de nuestra vanidad, y que disfrutar de la jornada pasa inevitablemente por aceptar dicha realidad y actuar en consecuencia. En nuestra mano si está adaptarse a ella y disfrutar, o plegar el equipo y buscar otra postura, otro lugar, otro momento. Algo que no es trivial para los seres de una civilización que llevamos siglos haciendo justo lo contrario, adaptando el entorno a nuestras necesidades. La frustración vive entre esas dos tierras, y si la montaña no viene a mí, yo voy a la montaña.
Y las truchas llegaron, a ninfa primero, y a seca después. Pequeñas todas, como la palma de mi mano la más grande, y sin embargo la satisfacción fue enorme. Tan pequeñas eran que, las que entraron seca, salían volando al clavar. Tan alta había sido la montaña a escalar en este escenario, que nunca antes peces tan pequeños me habían regalado tanto. Río a carcajadas, creyendo estar solo, pero tengo compañía. Un pescador veterano me observa desde la orilla, reflejando una extensa sonrisa:
– ¡Algunas vuelan! – le comento aún riendo.
– ¡¡Esas pequeñas tienen alas!! – me contesta a la vez que se despide con la mano y continua su marcha.
Es medio día y debo regresar. Al salir del agua otro pescador, sentado en la orilla está terminando su bocadillo. Un compañero mosquero de Valladolid que, apasionado por el Tera, me cuenta su experiencia. También ha disfrutado con estas pequeñas pero maravillosas truchas.
De camino al coche me cruzo con otro pescador. Parece frustrado, y me pregunta si yo he tenido suerte con alguna de «tamaño», mientras se asoma nervioso al río. «Grande no he visto ninguna», respondo, sin poder dejar de sonreír. Ni falta que me hace hoy. Mañana será otro cantar.
Resultado
De nuestro lado: 6 bravísimas truchas.
De lado del Tera: Nada, esta vez no pidió nada a cambio.
Conclusiones
Lo bueno: Romper la maldición. Alcanzar el punto de inflexión que inevitablemente no solo cambia mi percepción de este tramo, sino de la pesca a mosca en general.
Lo malo: Dicen que más vale tarde que nunca, pero aún así me quedo con la sensación de poder haber llegado a este resultado mucho antes. En cualquier caso, desde la distancia, y con más experiencia, todo parece más fácil.
Cuaderno de Pesca: Río Tajuña (Guadalajara)
Cuaderno de Pesca: Conociendo La Mancha
Fecha: Abril de 2015
Lugar: Guadalajara (España)
Objetivo: Salmo trutta
Equipo: Flyfishing
Crónica
Vivir en Madrid te puede proporcionar una magnífica situación estratégica al estar ubicada en el centro peninsular: todos los destinos trucheros te pillan casi igual de lejos. Peor lo tienen en Sevilla, desde luego, pero en cualquier caso difícilmente vamos a poder evitar marcarnos una hora y pico de viaje de ida, y otra de vuelta, como mínimo. Pero ahí mismo está la ventaja, no hay que vencer pereza alguna puesto que los kilómetros vienen de serie, y podemos decidir ampliar algo más el radio de acción.
Castilla La Mancha iba a tener su momento esta temporada 2015, eso ya lo tenía claro el año pasado, pero el detonante necesario para poner fecha en el calendario iba a venir tras poner en común planes con Antonio (PescataMinuta.es). La posibilidad de conocer escenarios de la comunidad manchega acompañado de la mano de alguien que conoce bien la zona, y de la que además se puede aprender mucho, es obviamente una cita de obligada asistencia. Ya teníamos plan A. Pero luego resultó que el plan A no pudo ser; de ello se encargaron unas maravillosas tormentas en toda la zona centro peninsular de pronóstico asegurado casi al 100%. Adelantar un día la jornada fue algo que al final solo yo pude hacer, a última, última hora.
Y a solo cuatro horas y media para que sonara el despertador, todavía me veo frente al ordenador rematando el itinerario. Investigación express vía (bendito) Internet, intentando localizar un destino accesible para alguien que desconoce totalmente la zona, y que esté aproximadamente a una hora y cuarto desde casa, pues solo podía dedicar la mañana. Guadalajara. Tajuña. Allá voy.
«Aterrizado» ya en la zona prevista, mañana fresca, cielo cubierto que amenaza alguna lluvia esporádica y poco intensa (según el tiempo.es, no creáis que saco toda esa información oteando las nubes y oliendo el aire). Con todo preparado arranco por el sendero que acompaña al río a lo largo de una zona de suaves corrientes con posturas interesantes, pero estoy decidido a contener mis ganas de dar palos al agua. La excusa de río «nuevo» me ayuda en el espíritu de investigación, y sigo subiendo hasta llegar a una bonita poza en la que se dibujan nítidamente cuatro pintonas. La belleza del escenario se convierte también en la principal desventaja, pues el tronco caído que cruza las aguas es buen refugio y complica no solo el lance, sino las opciones de llevar al pez a la sacadera en caso de éxito con la primera parte.
Me obsesiono con intentar engañar a la más grande, la más pícara, que se hace dominante justo en el comedero de entrada a la poza, bajo el tronco. Un error, pues no consigo nada y dedico demasiado tiempo buscando distintas posturas desde ambas orillas. Desesperado continúo río arriba, a una zona de corrientes de unos 40 metros que une la poza con unas profundas tablas. En las corrientes, similares a las que dejé atrás en el principio del tramo, consigo sacar dos pequeñas truchas que entran a ninfa (perdigones del 16). Esto que parece poco – bueno, objetivamente lo es -, me proporciona la energía necesaria para remontar el pesar del fin de semana anterior en el Jerea, inaugurando por fin la temporada. Personalmente considero que no hay trucha que no merezca su lugar en nuestras crónicas, por pequeña que sea, y mucho menos cuando es la primera en llegar a la sacadera tras tantos meses ansiando ese momento…
Con la actitud positiva que siempre da una captura, avanzo hasta arriba de las corrientes, y me sitúo justo a la entrada de la misma, para realizar varios lances a la tabla profunda que tengo ante mí, imposible de vadear. El río en esa zona se encajona entre los cañizos de una orilla y el terreno elevado de la otra. Dirijo mis lances a la margen izquierda, al exterior de la curva, avanzando poco a poco. En el bajo un tandem ninfa-seca. No he visto cebadas, así que la seca cumple fundamentalmente como señalizador, que se desliza muy suavemente aguas abajo. Mis ojos la siguen anticipando, ansiando, ese momento en el que desaparece repentinamente bajo la superficie… y así fue. Levanto la caña. Al otro lado, desesperada, arranca una carrera loca de margen a margen, para abajo y para arriba, saltando… Con aproximadamente unos treinta centímetros, nada tiene que ver con sus primas de hace unos minutos. Ya casi la tengo, echo mano a la sacadera… y nada que llevar a ella…
Abandono el río por la orilla derecha. El sendero se eleva y me deja apreciar la tabla, profunda, de aguas claras, que da paso donde dos pozas muy próximas que acumulan un notable número de truchas. Solo puedo fijarme en una de ellas. La vigilo durante buen rato, mientras aprovecho la posición elevada para descansar y comer. Memorizada toda la estrategia, ya solo faltaba intentarlo. Bajo sigilosamente a la orilla, una zona de vegetación alta me ocultaría mientras lanzo por encima de ella… fango… mucho fango… me hundo… salgo de la orilla. La cosa no iba a ser tan fácil. Dejo la caña a un lado y me dedico a investigar desde que zonas puedo aproximarme sin llegar a hundir las botas por encima del tobillo. Tendrá que ser desde ahí… 15 minutos después el señalizador desaparecía justo cuando debía hacerlo. En el extremo del tippet una Copper John del 14. Y a continuación de la ninfa la trucha más deseada. Lucha dura para los dos. Ella terminó en la sacadera; yo embarrado y semi-enterrado hasta las rodillas. Un magnífico broche a la jornada, tocaba volver.
Resultado
De nuestro lado: Me quedo con esa preciosidad de treinta y siete centímetros.
De lado del Tajuña: Un nuevo admirador. Me costará seguir explorando nuevos destinos mientras quede tanto por conocer y disfrutar de él. Bueno, y alguna que otra mosca que como siempre hay que ofrecer a los dioses árboles.
Conclusiones
Lo bueno: Remontar de esta forma la experiencia del arranque de temporada. La ilusión de descubrir nuevos tramos.
Lo malo: Las grandes saben latín… y tienen sus posturas allí donde el lance es «casi» imposible.
Blogueros mosqueros…
PescataMinuta.es fue uno de los blogs amigos y de referencia para mí desde los primeros pasos de elreypescador.com. Y Antonio, autor y responsable del proyecto, siempre ha estado ahí correspondiendo con su interés y ánimo para dar fuelle a este rincón de Internet.
Ha tenido que llover mucho, tal vez más de lo deseado, hasta que por fin hemos podido conocernos en el mundo real, sin post, ni comentarios, ni tweets de por medio… Mas vale tarde que nunca y ojalá haya muchas más ocasiones como estas y otras tantas por los ríos.
Y quien sabe si esto puede ser ni más ni menos que la semilla del primer encuentro «blogueros mosqueros» de aquellos que no solo estamos enganchados a la pesca, sino también a eso de compartir en Internet cuantas experiencias, emociones y sensaciones vivimos con la caña. Desde luego somos muchos los que convivimos en este ciber-vencindario, y convencido de que la idea de poder conocernos en persona solo puede llevarnos a algo necesariamente mejor, tanto fuera como dentro de la red.
Gracias Antonio por el regalo… tiene ya su sitio reservado en el chaleco ;)
MOMAD – 1er. Certamen de Montaje de Moscas para la pesca
Una imagen: Diorama de pesca a mosca
Bonita (falsa) maqueta de pescador a mosca :)
Flyfishing and Skateboarding
Si la combinación del Jazz y la pesca a mosca ya me había parecido curiosa – en cuanto a dos artes/aficiones compartidas por el mismo grupo de amigos -, ver a estos tipos haciendo del escenario de pesca su propio parque de skating no le va a la zaga.
Video: Fixed for Fly Fishing
Poder ir a echar unos lances en bicicleta sería todo un lujo, por la implicación inmediata que supone estar a una distancia prudencial que lo hiciera viable, en primer lugar. Y más aún si encima es sobre una «fixie», uniendo de nuevo la pesca a mosca con lo hipster (aún sigo sorprendido por esta conjunción de astros – el vídeo no sería el mismo sobre una mountain bike).
La esencia del lanzado a mosca
Título: La esencia del lanzado a mosca
Autor: Mel Krieger
Fotografía: Ben Blackwell
Editorial: Tikal
Colección: Grandes de la Pesca
Número de páginas: 148 páginas
ISBN: 9 788430 596706
Texto de Contraportada
La esencia del lanzado a mosca, ahora en su tercera edición en Estados Unidos, y ya traducida a varios idiomas, sirve como base del temario de escuelas de pesca a mosca de todo el mundo.
«El modo con que Mel aborda el tema del lanzado a mosca suena tan fundamentado que su forma de enseñar trasciende cualquier estilo, escuela o técnica individual»
MIKE FONG, escritor y editor de la revista The Inside Angler.
«La esencia es perfecta. Este libro representa una de esas ideas brillantes que surgen de tarde en tarde, y que no puedes permitirte dejar escapar»
JERRY GIBBS, editor de pesca, revista Outdoor Life.
«Mel Krieger ha logrado encontrar la mejor forma de transcribir a letra impresa la enseñanza del lanzado a mosca.»
STEVE RAJEFF, campeón del mundo de lanzado y diseñador de cañas de mosca.
«Ninguno de los entendidos – y quier decir ninguno – ha llegado siquiera a acercarse a los logros de Krieger en lo que se refiere a la enseñanza del lanzado a mosca»
ERNEST SCHWIEBERT, autor y pescador de fama internacional.
«Mel es, sin ninguna duda, uno de los grandes maestros del lanzado a mosca que hay en el mundo»
DOUG SWISHER, escritor e instructor de lanzado a mosca.
«La enseñanza de cualquier tipo encierra una forma de arte en sí misma y, entre sus homónimos, el maestro Krieger es un instructor de lanzado por excelencia»
A. J. McCLANE, escritor ya fallecido y antiguo editor de pesca en la revista Field and Stream.
Mel Krieger ha enseñado el arte del lanzado y la pesca a mosca en Europa, Asia, Sudamérica, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá. La esencia del lanzado a mosca representa la culminación de veinticinco años de investigación, dedicación y enseñanza de un método contrastado.
Ben Blackwell, con más de veinte años de experiencia a sus espaldas como fotógrafo profesional, tiene sus fotografías expuestas en las colecciones permanentes del Museo de Arte Spenser, el Museo de Arte Moderno de San Francisco y en el Centro Internacional de la Fotografía.
Conclusiones de un novato
No había aún decidido que equipo de pesca a mosca comprar y ya conocía por mil referencias al «maestro Krieger». El gran Mel no necesita presentación, y si tal fuera el caso, amigo novato, apunta el nombre y empieza ya a buscar en Internet; hablo por propia experiencia del camino recorrido no hace mucho. Es el maestro del lanzado, la persona encargada de convencernos de la importancia que la técnica del lance tiene.
No solo es capaz de transmitir de forma sencilla y directa las bases y los ejercicios necesarios para iniciarse, progresar y dominar el lance, sino que al mismo tiempo lo hace desmitificando su complejidad. El ingrediente principal de la receta no tiene misterio: practicar, practicar y practicar…
«La esencia del lanzado a mosca» es el segundo título que adquiero sobre el tema. El primero fue «El lance práctico en la Pesca a Mosca«. Tal vez uno se pregunte cuántos libros pueden llegar a ser necesarios o recomendables para aprender o perfeccionar el lance. La respuesta lógicamente va a ir en función de las necesidades. Las mías en concreto, las del novato, son el aprendizaje básico. Si me decidí primero por comprar la obra de Manuel Iglesias sin duda fue por el contenido visual del DVD, para poder resolver cualquier duda que dejara abierta el texto o las figuras explicativas. Si tuviera que repetir el proceso creo que volvería a realizarlo en ese mismo orden, por lo que recomiendo al que empieza que se haga con un ejemplar de éste.
Ahora bien, una vez superada esa fase «febril» de querer aprender a toda costa (y rápidamente) a lanzar la mosca con éxito relativo, es el momento perfecto para adentrarse en la obra de Mel Krieger, deborando concienzudamente todas y cada una de sus páginas desde el principio. Deteniéndose de nuevo en lo básico. Creo que ahí radica la fortaleza de este libro, en los detalles fundamentales a los que hay que prestar atención y, sobretodo, en los errores que hay que evitar. Y este proceso de aprendizaje adquiere más valor cuando ya existe una experiencia previa, pues se identifican perfectamente los problemas o errores cometidos en el río y, una vez entendido como superarlos, como enfrentarse al lanzado siguiendo los consejos de Krieger, los resultados son sorprendentes.
«La esencia del lanzado a mosca» no es un libro solo para principiantes. Con él se pueden afianzar los conocimientos, y adquirir la técnica mediante la práctica, desde lo básico hasta lo avanzado. Uno tiene material para rato, para toda la vida de hecho. Las horas de práctica son las que van a limitar nuestro avance. Será necesario (¡y muy recomendado!) volver al libro una vez de regreso del río, buscando consejo para aquellas situaciones que no hemos sabido resolver, o esos lances que nos ha costado ejecutar, e incluso aquellos de los que no estamos seguros de haber ejecutado de la manera más eficiente (realizando menos esfuerzo, presentando mejor, aumentando el control de la línea…). Ahí en esos momentos de «retrospectiva» es donde uno entiende por qué Mel Krieger es el maestro: porque ya conoce nuestros errores, sabía que los cometeriamos, nos los muestra y nos da la solución.