«Lorcho», el amigo de los niños

UntitledSufre la desgracia de habitar zonas rocosas que periodicamente quedan semidescubiertas con la bajada de la marea. Ejércitos de chavales (junto con algunos padres) acuden puntualmente salabre en mano y cubo de Hello Kitty a poner a prueba sus capacidades y aptitudes de supervivencia (ya que en el 90% de los casos la situación podría clasificarse de una «captura y suelta» muy poco ortodoxa).

Pese a todo, las poblaciones de «lorchos» (familia Gobiidae, la mayor de todas las familias de peces marinos, con cerca de 2000 especies agrupadas en más de 200 géneros) parecen disfrutar de buena salud, como he podido comprobar estos días de pesca en Galicia, a juzgar por el número y tamaño de capturas. Particularmente hábiles a la hora de atacar a traición los cebos «a fondo», me han traido buenos recuerdos de otro primo cercano – al menos por aspecto -, el pez sapo (Batrachoididae). Este último, bastante más cabezón y similar a un rape, es también un clásico presente en casi todas las jornadas de pesca que disfruté en Cádiz durante mi infancia y juventud (igualmente omnipresente en las jornadas «a fondo»).

Aunque sean considerados como una molestia, un fastidio, para el pescador que busca otras especies «comestibles», quiero reivindicar desde aquí su gran belleza – como los preciosos ejemplares de las fotos -, habiéndose ganado un puesto de honor entre todos los pescadores de «rockfishing», que logicamente bajo el amparo del «captura y suelta» disfrutan (disfrutamos) de todas y cada una de las capturas.

Estos días en Galicia han conseguido arrancarme más de una buena risa, anticipando incluso su llegada a superficie… picada sutil que además no suele revelar la captura hasta comenzar a recoger la línea con firmeza. Montaje Carolina, señuelo o cebo de dimesiones contenidas, trabajando sobre el fondo muy lentamente… y alguno entra seguro.

Lorcho gallego

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