Cuaderno de Pesca: «Operación Barbo» (Río Guadiana)
Cuaderno de Pesca: Ciprínidos a Mosca
Fecha: Abril de 2016
Lugar: Castilla la Mancha
Objetivo: Barbo
Equipo: Flyfishing
Crónica
En pleno fervor de comienzo de temporada, arrastrado por el frenesí que amplifican las redes sociales, retrasar aún más esa primera jornada truchera parecía misión imposible. Pero el plan alternativo propuesto por Antonio (PescataMinuta.es) merecía sin duda la pena: ir a uno de sus enclaves favoritos en busca de los barbos del Guadiana. Siendo el ciprínido mi asignatura pendiente, ésta era una oferta que no podía rechazar. Nombre en clave: “Operación Barbo”.
El primer objetivo a salvar era la preparación del equipo… un aprobado justo para ciprínidos (línea 5), y el resto del material improvisando con lo disponible en casa… Los tippets, pues de entre los más gruesos que disponía, incluyendo los del equipo de spinning… del 30, 25 y 21. En cuanto a las moscas… pues las ninfas más grandes y bichos de foam.
Al grupo se unirían Javier y Jose Tomás, dos amantes del Carpfishing que montarían la base de operaciones en una de las tablas de más profundidad mientras los “mosqueros”, con todo el equipo a cuestas, nos encargaríamos de patear río abajo primero y arriba después, haciendo coincidir la hora de la comida los cuatro juntos en el campamento base.
Los primeros lances de la mañana se encargarían de ponerme la miel en los labios. Apenas a unos pocos metros aguas arriba del campamento base, «algo» decide comer la ninfa. Y digo «algo» porque mi inexperiencia con los ciprínidos me impide saber a priori si es una carpa, un carpín, un barbo… Se siente algo «pesado» al otro extremo, y la línea comienza a salir del carrete. Tirando de «teoría», intento identificar si hay «carrera» en la picada… pues no, no debe ser un barbo. Y de repente, mientras mantengo la tensión, permitiendo al freno trabajar, la línea se traba, ya no hay lucha al otro lado, pero si tensión… la línea se ha enganchado en algo… consigo recuperar tras unos minutos, remolcando un buen matojo de algas… Decepción también entre alguno de los pescadores que justo llegaban al lugar y estaban expectantes… todos nos quedamos con la duda, aunque las apuestas iban todas a favor de un carpín.
¡Pero daba igual! Apenas llevaba cinco minutos haciendo lances en el río… ¡y ya había «triunfado»! Lo que no sabía entonces es que sería la última pica que iba a tener hasta bien entrada la tarde. La «apatía» de los peces a nuestros señuelos era diametralmente opuesta a la actividad que demostraban en el río. Un espectáculo maravilloso, un río lleno de vida con barbos y carpines remontando aguas arriba, realizando esfuerzos titánicos para subir incluso por lugares donde el agua apenas llegaba al palmo de profundidad, por aquellos pequeños «arroyos» que, a modo de atajo a veces, o de trampa mortal en otras ocasiones, conectaban diferentes tramos del río. Carpines con medio cuerpo fuera, o tumbados directamente para conseguir mayor impulso. No puedo evitar rescatar a tres de ellos de una muerte segura, encallados sobre apenas dos centímetros de agua. Los peces parecen concentrados en esa única misión, con la excepción de la propia freza. No es momento para alimentarse, comer debe esperar.
Y yo me siento un intruso, a la vez que la cabezonería y el empeño te llevan a seguir intentándolo una y otra vez con todas las moscas del «catálogo». Antonio confirmaría lo mismo, aunque él con algo más de suerte conseguiría engañar a un carpín despistado. Se pasa la mañana y volvemos al campamento base. Momento para comer y charlar. Nuestros compañeros no tendrían más suerte con el carpfishing, y nos comentan su decisión de retirarse tras la comida. Son algo más de las tres y los dos «mosqueros» nos proponemos intentarlo un par de horas más antes de tocar retirada. Río arriba el panorama es aún peor, directamente no se ven peces… parece que los que han alcanzado la tabla están descansando y recuperando fuerzas, luego las corrientes superiores no son más que un excelente escenario en el que dar palos al agua.
Volvemos a las corrientes de abajo, allí por lo menos los barbos hacen acto de presencia. Monto un quironomo naranja, y paseo la ninfa por las corrientes. De repente, tras la sensación de estar desubicado todo el día, me sorprendo practicando una pesca que me es familiar… los barbos están apostados en los fondos, protegidos de las corrientes tras las piedras o allí donde el consumo energético es menor. Casi parecen truchas… ya no remontan, no patrullan, están recuperando fuerzas… están comiendo abajo. La picada no se hace esperar, al tercer lance. Clavo mal. Tarde. Se escapa. Repito el lance, una, dos, tres veces… apenas a pocos metros de la primera picada, otra. Esta vez sí. ¡Clavo bien! Y arrancada. No hay duda, ninguna… ahora os entiendo perfectamente a todos… saca línea como loco, ¡corriente arriba! Intento pararlo, y parte… el bajo del 21. En mi cabeza resuena la voz de Antonio, su consejo… «incluso un 24 te pueden partir estos brutos del Guadiana».
Sabor agridulce, pero llevo dos picadas en menos de cinco minutos… monto otro quironomo idéntico al anterior. Me quedo en la misma zona, hay varias posturas a la vista, y a algunos se les ve incluso asomar sus aletas dorsales a través de la corriente, agazapados tras las rocas en mitad del río. Lanzo otra vez, y al segundo o tercer lance, otro más. Que locura! Ahora que casi nos íbamos a casa entran a todo. El camión que está al otro lado de la caña empieza a sacar línea… uso suavemente la palma de la mano para frenar pero con más precaución esta vez. Grito de alegría, Antonio me oye y se acerca a grabar. «¡Barbo!¡Barbo!» le grito mientras sudo por retenerlo… parece que cede, empiezo a recoger, creyendo que lo peor ya ha pasado… pero éste se descuelga corriente abajo. Apenas puedo retener la caña, mi línea 5 de acción media parece un junco, me arde el brazo… me entra la risa, incrédulo de que algo pueda ser tan bruto… consigo que desista y empiezo a recoger, mientras lo voy sacando de la corriente y acercándolo a la orilla… echo mano de la sacadera, pero es imposible acercarlo… apenas me ve corre de nuevo aguas abajo… o lo llevo a la orilla o lo pierdo… así que me olvido de la sacadera, que llevo a rastras tras de mí mientras bajo por el río (estampa ridícula). Y por fin me hago con él… no lo olvidaré nunca. Precioso. Creo que estamos los dos agotados… un par de fotos, y de vuelta a la corriente se va sin despedirse. Tengo el brazo derecho agotado.
Antonio aguas arriba tendrá su lucha particular también, perdiendo a dos ejemplares ante mis ojos que se sueltan del anzuelo. A ninguno se nos ocurre pensar en volver para casa todavía… un poco más. Vuelvo a lanzar el quironomo, apenas un par de metros aguas arriba… y otro barbo decide probar suerte… la arrancada es espectacular, pero no consigo retenerlo… se lleva mi ninfa. Tras la lucha anterior debería haber reanudado la mosca… el nudo había estado tal vez muy sobre expuesto. No me da tiempo a lamentarme cuando Antonio engancha a otro… apenas puede con él (con su equipo línea 9)… Me pide ayuda con la sacadera, y corro aguas arriba para intentar darle caza… pero solo uno de los tres se mueve como pez en el agua… cual duo cómico trastabillamos mientras el pez nos sortea en varias ocasiones, y casi acabo enredado en la propia línea un par de veces… hasta que por fin acaba en la sacadera… un magnífico ejemplar, y una merecida foto para la colección de Antonio antes de devolverlo a la corriente. Potencia en estado puro.
Apenas media hora, pero nos salva un día a priori apático, sin picadas, y regresamos a casa habiendo disfrutado de un bello paraje y unas peleas de infarto en las aguas del Guadiana.
Resultado
De nuestro lado: Aunque no muy numerosas, buena sensación considerando que el día se presentaba MUY duro. Antonio consigue tocar escama de carpa, carpín y barbo (¡un hack trick!). Un servidor conseguirá llevar a la sacadera su primer barbo.
De lado del Guadiana: Una nueva alma condenada a desear volver a sus aguas todos los años.
Conclusiones
Lo bueno: Bautizarme por fin en la pesca a mosca de ciprínidos. Toda una experiencia que deseaba realizar y que me ha metido el veneno en el cuerpo. Pese a lo escaso del número de capturas, no voy a olvidar nunca esa extraordinaria pelea con un animal que es pura energía y potencia. Y por supuesto una magnífica compañía que siempre consigue amplificar los efectos positivos de cualquier jornada de pesca. Aquí os dejo un enlace donde poder ver el otro punto de vista de esta misma experiencia.
Lo malo: Quemarse estúpidamente el dorso de las manos por no aplicarme protección solar. ¡En serio! :D
Menudo lujo, así se empieza con un buen bautismo. No te preocupes que tendremos más ocasiones y te resarcirás al completo! Saludos
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sin duda! Ya ando mirando equipo específico para barbo, y montajes… :D Puro veneno…
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ha sido emocionante leerte David, sobretodo la parte final. Yo que no conozco del todo bien la pesca de ciprínidos con caña de seca me he visto reflejado en ti jaja
Me alegro de que disfrutárais! Saludos!
Me gustaMe gusta
Gracias Mario! Toda una experiencia… aún me dura el «subidón» :D
Con muchas ganas de repetir. Ahora de momento este fin de semana estreno la temporada truchera, en el Tera ;) Lluvia y viento… así que voy con pocas expectativas, aunque con las mismas ganas de siempre :)
Un saludo!
Me gustaMe gusta