Etiquetado: pantano
Una imagen: En tierra de barbos

Fotografía: En tierra de barbos – Olympus TG-4 / © David Díaz, 2017
Una imagen: El Atazar
El Atazar. El embalse más grande de la Comunidad de Madrid, aunque no lo parezca según se ve desde la presa del Villar (por Nicola Zingarelli)
Cuaderno de Pesca: Bolo en San Juan
Cuaderno de Pesca: Día #2
Fecha: Sábado 16 de Junio de 2012
Lugar: Embalse de San Juan, Madrid (España)
Objetivo: Black-bass de tamaño medio (1 a 2 Kg)
Equipo: Spinning – Vinilos y Artificiales duros (jerkbaits)
Crónica
Me gusta ser honesto, así que vaya por adelantado que esta es la crónica de un señor bolo. No seré yo quien haga perder el tiempo a los ávidos devoradores de vídeos e relatos cargados de capturas. ¡Que más quisiera yo que complacer en eso! Pero no, este no es el caso.
Muy tentado estuve de no mostrar mis vergüenzas en público, pero a raíz de ese «orgullo bolo» que me ha dado por reivindicar (ver artículo) finalmente me he animado a escribir crónica del mismo. Haced con ella lo que prefiráis; os podéis partir la caja de risa, sentiros identificados, sentiros mejores como pescadores… ¡Se admiten críticas, sugerencias y comentarios de todo tipo!
Antecedentes:
Esta ha sido mi segunda visita al pantano madrileño. Mi primera vez en el embalse de San Juan, apenas un mes y pico antes, había resultado un éxito rotundo, sobretodo comparándolo con esta última: ¡me estrenaba con el black-bass! Primero con tres «raspillas», de la mano del popular Countdown de Rapala, para dar la campanada con un buen ejemplar que rondaría entre 1.5 o 2 Kg, que capturaba con el que hasta ahora es mi señuelo artificial favorito: Bill Lewis High Def Bluegill.
La jornada:
Con estos antecedentes mis expectativas eran altas. Recordaba perfectamente los lugares donde había tenido las picadas o avistado a los basses, con la «ventaja» de saber que señuelos me habían dado mejores resultados. Ya sabéis, la ilusión que alimenta esta afición y que hace que un «madrugón» en pleno fin de semana siente tan bien, independientemente de la cantidad de kilómetros por recorrer.
A mi llegada al embalse ya había un pequeño grupo de pescadores preparando sus patos junto al coche; buen rollo y camaradería. Muchas ganas en el ambiente de pasar una agradable jornada de pesca; contagio de ilusiones y expectativas.
Los primeros lances los realizaría en el zona del «embarcadero» (donde los patos hacen su entrada al agua). Allí donde saltaba un pez (muchos, a estas horas) dirigía mi Norman Suspend DD22 de color «tomates verdes fritos»… con la esperanza de que esos barbos estuvieran surcando los cielos a modo de evasión de algún depredador. Tal vez así conseguiría atraer su atención con mi señuelo «facilón». Tras cuatro o cinco intentos, cuando menos lo espero, el DD22 se detiene bruscamente durante la recogida. Doy un cachete instintivo y ¡ZAS!: la caña pierde tensión y recojo un trenzado. Sin comentarios. No se a vosotros si os ha ocurrido, pero a mi se me quedó cara de tonto. ¿Anudé mal el trenzado al grillete? ¿Un lucio acaba de darle un tajo a mi trenzado del 0.20 de 13Kg de resistencia? Permitidme que me quede con lo segundo para añadirle algo de mística al relato, aunque desde luego ahora me tomo muchas más molestias con los nudos que realizo, tal vez porque finalmente no hubo más rastro de Eduardo Manostijeras en aquella zona.
Tras perder el señuelo decido redirigir mis pasos hacia las posturas que me dieron éxito en la última visita al embalse. La primera sorpresa fue ver como en apenas unas semanas el nivel del agua había bajado casi dos metros, pudiendo literalmente caminar sobre algunas de las rocas donde había localizado basses.
Las reglas del juego habían cambiado, pero aún así sería en esos puntos de la orilla donde probaría con todos los señuelos que dieron buenos resultados: los ya comentados Countdown de Rapala y la estrella de mi mochila, el Bill Lewis High Def Bluegill, concentrándome más en el mismo lugar donde éste último cosechara la victoria en forma de 2Kg aproximados de Black-Bass.
Nada, cero, vacío, void, null, nil… ¡¿nada de nada!? ¡¡Peor aún!! Mi Bill Lewis se engancha en el fondo… 10 minutos inútiles dedicados a intentar rescatar al héroe, seguidos de otros tantos de blasfemias e improperios. Repose en Paz.
Continuaría pues mi recorrido a lo largo de la orilla, buscando ahora esas buenas respuestas de los basses pequeños al Countdown, reproduciendo exactamente los mismos resultados: NADA.
Ni la más triste picada. Acompañado por una tortuga, que parecía contemplar con curiosidad – o más bien incredulidad – mis lances, así como algún baby-bass aprendiendo a distinguir entre comida y vinilo. Tiempo de volver a casa justo cuando el calor empieza a apretar. Sería en el camino de vuelta cuando se produce el hallazgo que equilibraría mínimamente la balanza un poquito a mi favor: encuentro en la orilla una spinnerbait enganchada a una roca, otrora sumergida por las aguas. Una Stanley Wedge que, a modo de amuleto, seguro que dará sus frutos…
Mientras, el embalse, se convierte en escenario de todo tipo de actividades actuático-deportivas.
Resultado
De nuestro lado: 1 Stanley Wedge Spinnerbait
Por parte de San Juan: 1 Norman Suspend DD22 y 1 Bill Lewis High Def Bluegill
Conclusiones
Lo bueno: Todo lo que un bolo puede ofrecer: disfrutar del paisaje y el paseo al aire libre. ¡¡Y una spinnerbait!!
Lo malo: Perder mi señuelo estrella, junto con la sensación de estar en el lado equivocado del embalse – ¿dónde estaban los basses? – y de estar haciéndolo mal.