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Destino: Lake Tahoe
A más de 9.000 kilómetros de casa, lejos de la familia, y con muchas horas de trabajo, stress y jetlag sobre los hombros, la visita a «Lake Tahoe» del fin de semana iba a ser el momento esperado para darle un poco de vida a un aburrido viaje de negocios.
No, no es que mis compañeros sean también aficionados a la pesca y hubiesemos planificado juntos una escapada para realizar unos lances (¡ojalá!). En California decir South Lake Tahoe también es sinónimo de vacaciones para esquiar si es invierno, deportes acuáticos si es verano y perder dinero en los casinos. Esto último durante 365 días al año, da igual si hace frío o calor.
Los casinos tienen un aire casposo exquisito. Vamos, al límite de lo Vintage. Moquetas de motivos cutre-florales que durante años tal vez (solo tal vez) hayan han absorvido más tabaco que los tertulianos de «Que grande es el cine». Croupiers y camareras que poco tienen que ver con lo que se ve durante la rutina diaria de James Bond. Y un ambiente selecto… Muy divertido, sobretodo para pasar el tiempo una vez caía la noche (muy pronto en invierto).
El día logicamente invita a disfrutar de una naturaleza sencillamente espectacular. El invierno, con un manto de nieve cubriendo todo, ofrece unas impresionantes imágenes del lago Tahoe. Las aguas paradas en la superficie y el color azul cobalto le confieren una atmosfera irreal, como si en lugar de agua la superficie fuera una inmensa película radiográfica que se extiende kilómetros y kilómetros. El paisaje es de los que dejan sin aliento, pero los que estamos atrapados por este veneno solemos ver lo que otros no se paran a observar: analizamos las reculas, los cambios de color de agua, accesos a la orilla, cortados… mientras desesperadamente buscamos siluetas dibujadas sobre la superficia, en busca de movimiento. Si el destino permite que vuelva a poder estar allí en época estival será un pecado no contratar los servicios de alguno de los numerosos guías para recorrer en barco las aguas del lago Tahoe… en busca de sus tesoros.
Una imagen: Black Scorpionfish
Una imagen: Fallen Angel
Un ángel caído, si, como imagen de lo que ha sido este último mes, lleno de golpes y batacazos contra la captura y suelta.
Una imagen: Ría de Pontevedra
Sin pena ni gloria ha entrado oficialmente el otoño. Mejor dicho, el verano – al igual que Rexona – no nos abandona, al menos en cuanto a temperatura se refiere.
Lo que sin duda queda atrás es mi temporada de pesca en costa, tristemente reducida a las – pocas – jornadas vacacionales dedicadas al «veraneo». Así despedí yo la mía, con unas mágnificas vistas que solo los pescadores de orilla podemos disfrutar. En menos de 15 minutos aquel puntal empezaba a parecerse peligrosamente a la M-30. Apenas había llegado y ya era momento de plegar definitivamente la caña, y disfrutar de esta bellísima cala de la localidad de Areas, junto a Sanxenxo, en buena compañía.
Una imagen: Eclipse de aleta dorsal
Una imagen: Río Ebro
La entrada que lleva al valle de la Merindad de Valdivieso no deja indiferente al viajero. Todavía sigue siendo para mí una de las mas bellas carreteras por las que he tenido el gusto de conducir ya innumerables veces.
Tras descender el puerto de la Mazorra, la carretera discurre por el cañón horadado por el Ebro. Río y conductor se encuentran flanqueados por la sierra de la Tesla. Muchas veces he atravesado la puerta de las Merindades de Burgos, pero hace poco fue la primera vez que pude detener el coche para asomarme al Ebro. Un espectáculo hipnótico.
Una imagen: Río Lozoya
Una de las mejores ventajas del vadeador es poder alcanzar rincones maravillosos como éste. Aquí picó la primera boga del día. Imposible lance alguno. Ninfeando al hilo, apenas con un metro de bajo y tirando de puntera. ¡Doble alegría!
Una imagen: Rio Grande Cutthroat
Un lecho para una trucha, sólo para la foto!
Una imagen: Un hombre feliz
Una imagen: Coto de Miraflores
La mañana del domingo pude por fin hacer mi primera visita a este coto de la sierra madrileña. El tiempo no iba a acompañar – Maldonado no suele fallar en su web -, pero ya había planificado la jornada con un amigo hacía un par de semanas, y esa rigidez del calendario es lo único que nos permite poder ir juntos de pesca.
Frío y agua. Pero durante las primeras horas de la mañana el sol lució un poco. Lo justo para poder apreciar la belleza del paisaje que lo rodea.